Conocí al hombre de océano en la mirada.
Ríos, mares y lagos brotaban de ellos.
Conocí a su maravillosa novia.
Tenía la neblina de una mañana de invierno
asomándose entre sus ojos.
Ninguno lleva tu mirada.
Ojos color noche que brillan con alma propia,
brillan con la luz de las estrellas.
Tienes el infinito del universo en tu mirada y
el reflejo del cielo nocturno en el océano
recuerda la profundidad de tus ojos.
Bendita alma tuya, que se asoma por esas obsidianas.
Luciéndose y resplandeciéndo, hechizando todo a su paso.
Bendita mirada tuya que me hechiza, atravesando el bosque negro sobre tus ojos.
Mirada color misterio.
Condenada yo a intentar acercarme a tan encantadores resplandores.
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