jueves, 11 de octubre de 2018

AUTOIMAGEN

Al igual que muchas personas, he abierto infinidad de blogs tratando de plasmar mis ideas y mis sentimientos. Al igual que muchas personas he abandonado dicho propósito. Siento que mis ideas se podrían aclarar al plasmarlas en palabras y ponerlas en orden. Quizá hasta es posible que descubra cosas que yo no sabía de mi misma. La limitante es la constancia (vaya, acabamos de describir juntos que tengo un issue con la constancia) pues estoy segura que no he llegado al mes una vez que inicio con dicho propósito.
Cuando era más joven me avergonzaba hablar de mí y que las demás personas leyeran sobre mis emociones y mis pensamientos. Sentía que mis palabras serían muy juzgadas, y puede que así sea pero -ahora cada vez siento más- “qué importa”. Sin embargo ese qué importa sí me ha importado mucho tiempo. En mis recientes ejercicios reflexivos he descubierto que una figura muy importante para mí (familiar) se fija mucho en el qué dirán y al parecer me transmitió ese miedo y esa inseguridad que en un inicio eran ajenos a mí.
Ser, tener o aparentar cierta posición de repente cobró importancia. El racismo y clasismo -interno, sutil e inconsciente- que generaba ese miembro de mi familia es algo que cargué durante años. No pertenecer a su mundo y que nos rechazara en el nuestro, me hizo sentir que debía volverme invisible especialmente durante la adolescencia. Eso aunado a que mi casa era un desastre, mi mamá perdida en una separación con mi papá y la falta de mantenimiento de la casa, me avergonzaba con mis amigos y nunca los invitaba. Recuerdo que yo quería tener una casa bonita y me ocupaba en tenerla en orden pero parecía que mi mamá se ocupaba en deordenarla. Y luego, al familiar del que contaba, no le gustaba ir a nuestra casa porque no era de su agrado. Todo eso durante la adolescencia me hizo sentir que no sería aceptada por mi color de piel y mi posición económica. Siempre sentía que alguien “güerito o blanco” sería tomado en cuenta antes que yo, incluso en algún momento sentí que la gente no quería tocarme por mi color de piel y yo evitaba el contacto con las personas. Estoy segura que pocas veces -si es que llegó a pasar- alguien pensó eso pero más bien era porque en mi propia familia sentía ese rechazo. Al parecer en mi propia familia, yo no tenía los “comportamientos adecuados”, aunque siempre me dijeron que era muy dulce e inteligente. Vaya contradicción.
Afortunadamente la adolescencia ya pasó y tal vez ahora sí pueda mantener un blog.
Afortunadamente ahora todo puedo verlo con ojos distintos.

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